LA AUTOMATA

El espíritu y todo aquello que los eleva y los nutre
Fue perdido, consignado a maldiciones maternales, el hábito y las buenas costumbres
Como jaulas la familia deja abierta las puertas para que vuelvas a entrar y penetres en la perpetuosidad de la rutina: la hora del te, del mate, del baño, de los paseos de la mano, de las horas pegado al teléfono, todos los días repitiendo la misma canción…te amo, te amo, te amo.
Y esa frase que desdeña la libertad porque te desea preso. Te desea dormido en sus faldas, hundido en su entrepierna que puede más que la voluntad. Que no despegues mañana ni nunca. La autómata que con sus frases te espera en la gruta para que detrás de tu entrada, la roca ruede y selle la salida. Cose vestidos, cuece guisos, amamanta a su cría, zurce mentiras, inventa cuentos de brujas que la acechan, esconde en su pecho el sentimiento por otro, por otro que no tiene alas, que a diferencia de vos, madruga y se encalla los dedos, que suda y pide respeto. Ese otro que puso vida en el vientre de la autómata, al que ella añora pero no valora. Ese otro que una vez la amo, riega las necesidades de tu ausencia con su semen y la acaricia durante aquellas siestas en que vos sobrevolas otras costas.

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